viernes, 13 de enero de 2012

Río de Janeiro


La ciudad imita en-cartón, una ciudad de pórfido.
Caravanas de montañas acampan en los alrededores.
El “Pan de Azúcar” basta para almibarar toda la bahía...
El “Pan de Azúcar” y su alambre carril, que perderá el
equilibrio por no usar una sombrilla de papel.
Con sus caras pintarrajeadas, los edificios saltan unos
encima de otros y cuando están arriba, ponen el lomo, para
que las palmeras les den un golpe de plumero en la azotea.
El sol ablanda el asfalto y las nalgas de las mujeres,
madura las peras de la electricidad, sufre un crepúsculo, en
los botones de ópalo que los hombres usan hasta para
abrocharse la bragueta.
¡Siete veces al día, se riegan las calles con agua de
jazmín!Hay viejos árboles pederastas, florecidos en rosas té; y
viejos árboles que se tragan los chicos que juegan al arco
en los paseos. Frutas que al caer hacen un huraco enorme
en la vereda; negros que tienen cutis de tabaco, las palmas
de las manos hechas de coral, y sonrisas desfachatadas de
sandía.
Sólo por cuatrocientos mil reis se toma un café, que
perfuma todo un barrio de la ciudad durante diez minutos.

Río de Janeiro, noviembre, 1920.

Oliverio Girondo



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