sábado, 11 de febrero de 2012

En la pequeña muerte de mi perro

Toco la puerta, el árbol, tu ladrido,
tu cariñoso salto congelado,
la oscura miel del ojo iluminado,
tu pena alegre, tu inmortal plañido.

Toco el recuerdo, tócome el dolido
madero en que te han crucificado
y te recobro al fin desenclavado
como un lucero negro del olvido.

La casa sola. Tu ladrido dentro
recuerda una canción cristalizada
con mi nombre partido por el centro.

De tu muerte inocente y sosegada
nace ya el ala de la madrugada
en que vendrás saltando hacia mi encuentro.

Augusto Roa Bastos

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