se viese como hoy lo vimos,
como lo supimos ver,
como en horas de amor lo presentimos,
siendo lo que anhelaba ese deseo
de ver de otra manera, ver que el río
sale a jugarse en brazos de la noche,
y a la noche escuchar rumor de ríos.
Quién diría que no vi
tu imagen sobre el rocío,
que no vi tu inicial bordada arriba,
que no te vi en el iris de su abrigo,
que no miré tu cabellera negra
como encarnada en vértigo a su arrimo,
espejo del albor, encantamiento
del encendido sol que va contigo.
Te vi temblar;
al verte temblé yo mismo.
Sólo en sortilegio puro
y mágico pudimos ver lo que vimos,
el camino subiendo hasta los bosques,
los bosques descendiendo hasta el camino,
una amorosa espiga alando el viento,
el viento hablando de secretos íntimos.
Siempre quisimos que el mundo
se viese como hoy lo vimos,
como se debiera ver,
con esa desnudez del amor tibio,
escuchando en sosiego ese susurro
de tu cálido aliento junto al mío,
del corazón furioso como al soplo
confuso del aprieto de un gemido.
Todo de repente mágico,
tembloroso, conmovido.
Y de cara al corazón
y al reino juvenil de estar dormidos
o estar despiertos, viéndonos el fondo,
cambiando el fuego cándido y la vida
y la muerte en idéntico delirio!
Elvio Romero
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